Camino
Conforme disponen nuestras Reglas, la anual Romería al Santuario de la Santísima Virgen del Rocío es el acto de culto esencial y más importante. Así lo hemos entendido desde que se fundara la Hermandad, manifestando de este modo nuestra fe y devoción hacia la Madre de Dios.
Desde el sevillano arrabal de Triana dirigimos nuestro caminar al encuentro de Dios y Su bendita Madre bajo la advocación de María Santísima del Rocío, peregrinando hacia la ermita que junto a las Marismas de Almonte le da cobijo.
La Romería encierra una serie de connotaciones antropológicas que la distinguen como experiencia colectiva que consigue trasladar a un grupo humano hacia el lugar devocional. La peregrinación se realiza en grupo, tal y como se vive la fe, en comunidad.
Los parajes que consideramos religiosamente indiciarios suelen situarse en emplazamientos apartados, donde el espacio natural se conserva como tal, siendo en ellos donde con mayor facilidad reconocemos la presencia de Dios en los hermanos y en la naturaleza que nos acoge.
La hilera de carretas que acompaña al Simpecado de la Santísima Virgen constituye la estampa que identifica a la Hermandad del Rocío de Triana en su peregrinar campero, suponiendo una clara apuesta por la salvaguarda de la tradición y cultura heredada de aquellos que nos precedieron, fomentando oficios tan antiguos como la carpintería de carretas, el de carretero o las labores de doma de ganado.
Al llegar a la Aldea, una vez postrados ante las plantas de María Santísima del Rocío, la Hermandad encuentra reposo en su Casa de Hermandad, conformada por dos patios cuya tipología y estructura formal responde claramente a la guarda de las carretas y al descanso de quienes sirviéndose de ellas peregrinan.
Finalizada la procesión de la Virgen, al amanecer del siguiente día emprendemos el camino de vuelta, dando por finalizada la peregrinación con Salve cantada al llegar a nuestra Capilla.